Desde la infancia mi vida laboral ha sido activa, empacador voluntario; mi primer empleo, claro, no tenía sueldo ni mucho menos prestaciones pero con veinte pesos diarios era más que feliz, a esto habrá que añadirle los sábados de ruta y se preguntarán ¿sábados de ruta?, si, aquellos en los que iba con mi papá a los 7 años a los ejidos a vender alimento para equinos, porcinos, etcétera, pero bueno, estaba hablando de mi empleo como cerillito.
No tenía ni la más mínima idea de que era trabajar fuera de la familia, Soriana mi primer ámbito laboral en el que iba a ser negreado, bastaba con ir cuatro horas a ganarme el chivo para comprarme unas papitas y una coca y así, gastarme lo que había ganado, claro, a veces había tanta gente que hasta tuve el lujo de comprar un celular marca Sendo ("WTF?"), y sinceramente, no sé para qué lo compré, tal vez mi mamá me insistió a mi edad en comprarme uno para que no estuviera preocupado por su niño.
A pesar de todo, me gustaba ir, era divertido decir que estabamos recogiendo carritos cuando en realidad estabamos comiéndonos unos buenos Aros del clásico Kiosko que puedes ubicar en cualquiera de estos supermercados, a pesar de la edad, nos mantenían trabajando a pie firme hasta plenas 11 de la noche.
Aproximadamente, duré 3 años laborando ahí y, por motivos de más trabajo en la ruta, tuve que salir de ese empleo.
Como ya estaba más crecido y podía con los bultos de alimento cerca de los 40 Kgs. mi siguiente empleo sin paga fue ahora si, la ruta (y digo ahora sí porque antes sólo iba para acompañar a mi padre), un empleo que me aburría y que no quería que llegase el día en el que iba.
Desde las 12 P.M del viernes era ir a surtir la mercancía a llevar, cosa que era de horas para acabar por lo que, por inseguridad, no salíamos al ejido si no hasta el próximo día.
Los sábados simplemente me aborrecían, levantarme a las 6 A.M. para partir rumbo a los ranchos, 1 hora y media de camino hacía que me durmiera durante todo el trayecto y, llegando al destino, levantarme directamente a cargar los bultos para dejarlos en las puertas de los humildes hogares. Practicamente era estar todo el día oliendo estiércol.
Dos años pasaron y volví a mi primer empleo: Empacador Voluntario, pero ahora la empresa a negrearme fue Wal-Mart aunque bueno, debo admitir que ahí negreaban menos que en Soriana simple y sencillamente porque no recogíamos carritos.
Bonito ambiente de trabajo se sentía, ya que, era mi plena adolescencia y podía ver a guapas chicas por el supermercado, claro, no me iban a voltear a ver vestido de cerillito, con mi camisa blanca abrochada hasta el cuello, gorrita de marinero azul, mandil del mismo color, fajado y con cinto.
Lo que más me gustaba de trabajar en la empresa americana era ir a comer, con 15 pesos completaba cerca de 4 piernas de pollo, 10 tortillas, salsa y mucha, muchísima verdura, con eso era más que suficiente para llenar.
Otros dos años pasaron para abrir paso de nuevo a la ruta, ya que, gracias a esta, pude salir adelante y terminar mi bachillerato, pero llegó un momento difícil en el que mis padres no pudieron más apoyarme para sustentar mis estudios, por lo que comencé a buscar empleo.
Sentí de verdad la crisis por la que está pasando el país en desempleo, dejaba solicitudes en demasía y ninguna llamada, era una situación desesperante, yo quería seguir estudiando y superarme.
De pronto, ya rendido y sin ilusiones me comentó mi hermana que un amigo iba a suplirla en su lugar de empleo ya que ella estaba embarazada, por lo que él iba a dejar un lugar en su trabajo.
De ipso facto fuí a comprar otra solicitud, llenarla, tomarme fotografía con mi celular e ir al centro Kodak de las Farmacias Guadalajara (hay que reconocer que salían feas, pero eran mucho más baratas).
Llegué al lugar con vacante, era la Librería Isauro Martínez (¿Qué?) de verdad me sentía raro, ya que no acostumbro a leer y no tengo interés en la lectura, un jóven me saluda como si me conociera de años y le dice a la entonces encargada: Mira, él es Juan... Yo, por supuesto, la saludé con un gran cinísmo, era indispensable el empleo, pasa Juan <me dijo>, la seguí hasta su oficina y comenzó a cuestionarme.
Mi primer entrevista de trabajo, no sabía ni en qué consistía y al salir de ella salí decepcionado, sólo reafirmo lo que había puesto en mi solicitud, incluso, preguntó mi edad y yo de 17 años le dije que tenía los 18 que había puesto para que no hubiera problema, no se puso a investigar si era mi edad exacta, sólo me comentó: Luego te hablamos... "Puta madre <pensé>" lo mismo de siempre.
Menuda sorpresa, dos días después de la entrevista me llegó un mensaje al celular, aún recuerdo muy bien que iba en el coche de mi papá cuando leí: Te quedas con el trabajo, preséntate mañana a la 1 en punto, Ay cabrón, no cabía la felicidad en mi, ya planeaba en qué gastarme el dinero aún sin ir a trabajar.
El primer día me dio miedo, estar en el centro de la ciudad sólo me causaba pánico, pero me calmé y comencé a acatar ordenes de los superiores.
Pasaron los días y me fuí acostumbrando a ver libros, a ver el Teatro del costado que antes me impresionaba y a un nuevo horario, estar desde la mañana en la escuela y pasarme al trabajo para así acabar el día agotadísimo.
Por fin se llegó la quincena y fuí por mi sobrecito, ¡vaya felicidad! ahora sabía que se sentía ganarse la vida, debo admitir que lo primero en que lo gasté fue en una playera del Santos.
Sigo en el mismo empleo y ya voy a la mitad de la ingeniería, ya es poco el camino que falta por recorrer, poco a poco seguiré luchando por superarme para lograr una felicidad superior.
Tal vez tú vida es más cómoda, tal vez es mucho más difícil, aún así, disfrútala y sé feliz.
Ánimo! :D
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